100 AÑOS - REVOLUCIÓN DE OCTUBRE
 

El Soviet de San Petersburgo

Petersburgo era, no solamente la capital oficial del país, sino el centro del movimiento revolucionario. Era allí donde había el proletariado más activo y dotado de un espíritu de combate más ardiente. De allí partía la iniciativa, el pensamiento revolucionario incluso en los días de diciembre en que mientras la capital permanecía pasiva, en Moscú se desarrollaban una lucha sangrienta. Petersburgo estaba ligado a mil hilos con el resto del país, y esta circunstancia le ayudaba a asimilarse la experiencia de los demás centros proletarios y los resultados obtenidos, a elaborarlos en su laboratorio revolucionario, y dar, finalmente, en octubre de 1905, la forma más perfecta de organización, el Soviet de Diputados Obreros, que ejerció una influencia enorme sobre el movimiento revolucionario de todo el país.

El Soviet surgió en el momento de la lucha revolucionaria más aguda. La idea de su creación fue lanzada el 12 de octubre en una Asamblea celebrada en el instituto Tecnológico. Pero las masas, en realidad, lo habían ido ya creando al desarrollar, desde los comienzos de la revolución, las distintas formas de representación en fábricas y talleres. El 13 de octubre, el Soviet celebra su primera reunión plenaria. Uno de los principales acuerdos adoptados por dicha primera sesión es el de dirigir un manifiesto a todos los obreros y obreras, en el cual, entre otras cosas, se dice: “No se puede permitir que las huelgas surjan y se extingan de un modo esporádico. Por esto hemos decidido concentrar la dirección del movimiento en manos de un Comité Obrero Común. Proponemos a cada fábrica, a cada taller y a cada profesión que elija diputados a razón de uno por cada quinientos obreros. Los diputados de cada fábrica o taller constituyen el Comité de Fábrica o de taller. La reunión de los diputados de todas las fábricas y talleres constituyen el Comité general de Petersburgo”. Este manifiesto lleva la firma de: “Soviet de diputados de las fábricas y talleres de Petersburgo.” Al principio, lo obreros, al elegir a sus diputados, los consideran como sus representantes en el Comité de huelga general, que se llama, ora “Soviet Obrero General”, ora sencillamente “Soviet Obrero”, pero ya desde el primer momento empieza a generalizarse el término “Soviet de Diputados Obreros”, conocido ahora en todo el mundo, y que aparece ya en el primer número de las Izvestias (las noticias), órgano oficial del Soviet.

Ni a un solo de los participantes en el movimiento se le ocurría la inmensa importancia que tenía el papel que estaba llamada a desempeñar la organización a la cual mandaban sus representantes. Sin embargo, los militantes más conscientes comprendían perfectamente que no se trataba de un simple Comité de huelga y que su misión era la huelga política, no sólo para conseguir la jornada laboral de trabajo de ocho horas, sino para luchar por la convocatoria de la Asamblea Constituyente y la consecución de la libertad política.

A mediados de noviembre, el número de diputados al Soviet era de 562, delegados de 147 fábricas, 34 talleres y 16 sindicatos. De esos diputados, 508 representaban a las fábricas y a los talleres y 54 a los sindicatos. En conjunto representaba a no menos de 250.000 obreros, esto es, a la mayoría aplastante del proletariado de la capital. Al frente iban, como siempre, los metalúrgicos, que constituyen la avanzada obligada del movimiento revolucionario. El número de sus diputados ascendía a 351; les seguía los obreros textiles, con 57 diputados. Luego los tipógrafos, con 32; los trabajadores de la madera, con 23, etcétera, etc. Pero en el Soviet estaban representados asimismo los empleados, los funcionarios de Correos y telégrafos y los partidos revolucionarios. De los 50 miembros que componían el Comité Ejecutivo, 28 representaban a fábricas y talleres, 13 a los sindicatos y 9 a los partidos socialistas. El Soviet de Petrogrado realizaba —según la definición de Lenin— la unión efectiva de la socialdemocracia revolucionaria: en esto consistía su fuerza y su debilidad. Su fuerza, porque agrupaba a todo el proletariado; su debilidad se veía neutralizada, hasta cierto punto, por las indecisiones y las vacilaciones propias de la pequeña burguesía radical.

Petersburgo era en 1905 el centro de todo los acontecimientos, y en la capital misma, el Soviet era el centro de todo el movimiento, y esto, ante todo, como ha dicho Trotski, “porque esta organización proletaria, puramente de clase era una organización de la revolución como tal. El Soviet de diputados obreros —dice el que fue su presidente— surgió como una respuesta a la necesidad objetiva, engendrada por el curso de los acontecimientos, de una organización que fuera una autoridad, sin tradiciones, agrupaba a todas las masa dispersas de la capital, uniera a las tendencias revolucionarias en el proletariado, fuera capaz de iniciativa, se controla automáticamente a sí misma y, sobre todo, que pudiera hacer surgir de bajo tierra en veinticuatro horas”.

Ninguno de los partidos revolucionarios existentes, ninguno de los sindicatos, poco numerosos por otra parte, que se habían fundado, podía desempeñar este papel. A pesar de la enrome influencia que ejercía entre la masa obrera, los bolcheviques y mencheviques agrupaban de dos a tres mil miembros a fines de verano y de cinco a seis mil a fines de año. Con ayuda del Soviet, la socialdemocracia arrastraba a toda la masa. El Soviet era un centro que arrastraba a la organización y a la lucha, bajo la dirección de la socialdemocracia, no sólo el proletariado, sino también a los sectores pequeñoburgueses de la población.

En el momento en que surgió el Soviet, existía en Petersburgo la Duma Municipal, que era únicamente un órgano nominal de administración municipal, cuyas facultades el Gobierno zarista cercenaba sistemáticamente. Ese organismo era elegido exclusivamente por la clase dominante. Uno de los primeros actos del Soviet fue presentar una serie de reivindicaciones a la Duma Municipal. Estas reivindicaciones eran las siguientes:

1) Tomar medidas inmediatas para regular el abastecimiento de la masa obrera de la capital. 2) Conceder los edificios públicos para asambleas obreras. 3) Abolir la concesión de locales y de subvenciones a la policía, los gendarmes, etc., etcétera. 4) Entregar dinero a la Caja Municipal al Soviet para el armamento del proletariado de Petersburgo, que la lucha por la libertad del pueblo.

Estas demandas fueron entregadas a la Duma, durante una de las sesiones de esta última, por una delegación especial del Soviet. Ni que decir tiene que los miembros de la Duma permanecieron sordos a las reivindicaciones del proletariado. Prometieron examinar la cuestión en una sesión especial, pero la cosa no pasó de aquí.

El programa político del Soviet estaba inspirado por la socialdemocracia. Sus consignas fundamentales eran el derrumbamiento de la autocracia, la Asamblea Constituyente, la República democrática y la jornada laboral de ocho horas.

Dirigió tres huelgas, las generales de octubre y noviembre y la de Correos y Telégrafos. Lanzó medio millón de proclamas, llevó a la práctica, por la vía revolucio-naria, la jornada de ocho horas en fábricas y talleres, proclamó la libertad de prensa y de reunión, realizándola por medio de la confiscación de las imprentas y de los locales públicos: organizó el auxilio a los obreros parados; se puso al frente del movimiento que arrebató a la autocracia el Manifiesto de 17 de octubre, que prometía la convocación de la Duma y una serie de libertades políticas, y, con las huelgas de noviembre, obligó al zarismo a levantar el estado de guerra en Polonia. Durante algún tiempo, esto es, en el período de auge de la Revolución, actuó realmente como Poder y fue de victoria. El Soviet lanzó la consigna “Armaos” y halló un eco ardiente entre el proletariado. En las fábricas se organizaron grupos armados. El Soviet adquiría por su cuenta, formaba la milicia obrera, que guardaba la imprenta en que se tiraban las Izvestias, luchaba contra las bandas reaccionarias, protegía la Asambleas, etc., etc.

La autoridad del Soviet era inmensa. Todo el mundo, todos los explotados, los que eran víctimas de atropellos, acudían a él en demanda de ayuda. En su último período eran cada día más frecuentes las visitas de delegaciones campesinas, y empezaba ya asimismo a entablar relaciones con los soldados. Los tribunales dejaban salir a los testigos, si eran diputados al Soviet, para que pudieran cumplir con sus funciones. Si la policía detenía a alguno de ellos con motivo de algún desorden público, era puesto en libertad tan pronto presentaba su carnet. Las autoridades militares que guardaban la central eléctrica, dieron la corriente para la impresión de las Izvestia, por orden del Soviet, y comunicaron oficialmente a este último que la orden estaba cumplida. Los ferrocarriles y los telégrafos estaban enteramente a su disposición, mientras que el presidente del Consejo de Ministros no podía disponer de ellos cuando quería. Entre los suscriptores al órgano del Soviet figuraban Witte, jefe del Gobierno, y Birlov, ministro de Marina. Cuando empezaron los pogromos, organizados por los “cien negros” en todo el país, el Soviet dio a los obreros la orden de que le armaran. Pero éstos no tenían medios de adquirir armas y empezaron a fabricar armas blancas en fábricas y talleres. En el Soviet se formó un verdadero museo, nunca visto por su variedad. Pero más tarde, como ya se ha dicho, se compraron armas. La milicia estaba compuesta de 6.000 obreros, la institución funcionaba normalmente de un modo abierto, hasta tal punto, que los periódicos publicaban los números de los teléfonos de los puestos de la milicia a los cuales podía dirigirse la población en caso de necesidad urgente.

El 26 de noviembre fue detenido Jrustaliev, primer presidente del Soviet. Este contestó con el siguiente acuerdo: “El presidente del Soviet de Diputados Obreros ha sido hecho prisionero por el Gobierno. El Soviet elige a otro presidente y sigue preparándose para la insurrección.” En efecto, fue elegido Trotski. Pero la vida del Soviet fue ya de breve duración.
El 2 de diciembre el Soviet dirigió un manifiesto al pueblo invitándole a retirar el dinero de las Cajas de Ahorros y del banco del estado, exigiendo el pago en oro. El llamamiento halló un gran eco en la población, lo cual representó un serio golpe para el Gobierno.

El Soviet se había convertido en una gran fuerza. Bajo su influencia se creaban organismos análogos en otras poblaciones. Acercábase el momento en que debía unirse con los campesinos para la acción decisiva, pero la democracia revolucionaria, representada en el Soviet, y los grupos de la oposición burguesa liberal, se contentaron con la victoria de octubre y a espaldas del pueblo se entendieron con el zar. Este dio confianza y fuerza a la autocracia, la cual acabó por vencer. El día 3 de diciembre la fuerza pública cercó el edificio en que se hallaba reunido el Comité Ejecutivo del Soviet y procedió a su detención. Sus miembros fueron juzgados y condenados a la deportación a Siberia. Posteriormente se realizaron tentativas para crear un “Soviet clandestino; pero la tentativa no tuvo éxito. Es verdad que siguió funcionando un Comité Ejecutivo, pero en realidad se trataba de una organización puramente nominal que había perdido toda su fuerza y su prestigio. Ese Comité Ejecutivo fue detenido a su vez en la primavera de 1906. El Soviet de Petersburgo no fue, como el de Moscú, un órgano de la insurrección armada, lo cual se explica en gran parte por la influencia predominante que los mencheviques ejercían en el mismo.

La revolución de 1905, que había estallado en San Petersburgo tras el «domingo sangriento» en que las tropas del zar dispararon sobre manifestantes indefensos, causando más de mil muertos y cinco mil heridos, sorprendió a Lenin en Suiza. La presión de las masas obligó al decadente régimen zarista a hacer algunas concesiones liberales: ahora los bolcheviques actuaban en la legalidad, y ello permitió a Lenin regresar a Rusia en octubre de ese año para ponerse al frente de sus partidarios. Pero las esperanzas de que se produjeran nuevos levantamientos no se concretaron y, ante los intentos de la policía por detenerle, a fines del verano siguiente, Lenin huyó a Finlandia. El proceso insurreccional había sido un fracaso y el gobierno de los zares volvía a endurecer sus métodos, hasta liquidar totalmente las conquistas logradas por la revolución.” Los Soviets-Andreu Nin

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