100 AÑOS - REVOLUCIÓN DE OCTUBRE
 

El fracaso de las socialdemocracias

Como corolario de la crisis del capitalismo, del imperialismo, se da el fracaso de la socialdemocracia, es decir de la política oportunista de sectores autoproclamados de izquierda, pero que se niegan  a dar la batalla fundamental que es terminar con la propiedad privada.

Marx y la propiedad:

«¡La Comuna, exclaman, pretende abolir la propiedad, base de toda civilización! Sí, caballeros, la Comuna pretendía abolir esa propiedad de clase que convierte el trabajo de muchos en la riqueza de unos pocos. La Comuna aspiraba a la expropiación de los expropiadores. Quería convertir la propiedad individual en una realidad, transformando los medios de producción – la tierra y el capital – que hoy son fundamentalmente medios de esclavización y de explotación del trabajo, en simples instrumentos de trabajo libre y asociado.» (Marx- la Guerra Civil en Francia)

Que nos propone la Social Democracia

Podríamos establecer un paralelo entre la situación del capitalismo, la profunda crisis ideológica y política del marxismo, de la izquierda, previo a la primera Guerra Mundial y la del mundo en nuestros días.

Aquella crisis fue también la bancarrota de la Segunda Internacional, que abandonó el marxismo -en nombre del marxismo como analizaran Lenin y Rosa Luxemburgo- dejando huerfanos a trabajadores y pueblos, y sumiendo al mundo en la barbarie de dos guerras mundiales, por la ambición de los Grandes Capitales y las naciones que los respaldaron.

Aquella crisis parió, también, la primera revolución proletaria y puso en el orden del día la posibilidad de un nuevo orden, realmente democrático, dirigido, diseñado y al servicio de quienes trabajan.

Hoy,  la mayoría de la izquierda teme hablar de la abolición de la propiedad privada, y al decir de Marx, transformarla «en simples instrumentos de trabajo libre y asociado», mientras la concentración de la riqueza adquiere ribetes insólitos (8 personas tienen la misma riqueza que 3.600 millones), las formas de dominación entran en crisis, la carrera por la tasa de ganancia deja fuera las necesidades más elementales de la humanidad.

Es así que los actuales «Bernstein o Kautsky» nos plantean que el Socialismo vendrá en un futuro lejano, pero HOY, lo único que se puede hacer es rendirese al Capital, sus inversiones, sus conocimientos, su técnica y saber hacer.

Rosa Luxemburgo – Reforma o Revolución:

¿Es posible que la socialdemocracia se oponga a las reformas? ¿Podemos contraponer la revolución social, la transformación del orden imperante, nuestro objetivo final, a la reforma social? De ninguna manera. La lucha cotidiana por las reformas, por el mejoramiento de la situación de los obreros en el marco del orden social imperante y por instituciones democráticas ofrece a la  socialdemocracia el único medio de participar en la lucha de la clase obrera y de empeñarse en el sentido de su objetivo final: la conquista del poder político y la supresión del trabajo asalariado. Entre la reforma social y la revolución existe, para la socialdemocracia, un vínculo indisoluble. La lucha por reformas es el medio; la revolución social, el fin.

“ Eduard Bernstein,.. que encontramos por primera vez la oposición de ambos factores en el movimiento obrero. Su teoría tiende a aconsejarnos que renunciemos a la transformación social, objetivo final de la socialdemocracia, y hagamos de la reforma social, el medio de la lucha de clases, su fin último. El propio Bernstein lo ha dicho claramente y en su estilo habitual: “El objetivo final, sea cual fuere, es nada; el movimiento es todo”.

«Pero puesto que el objetivo final del socialismo es el único factor decisivo que distingue al movimiento socialdemócrata de la democracia y el radicalismo burgueses, el único factor que transforma la movilización obrera de conjunto de vano esfuerzo por reformar el orden capitalista en lucha de clases contra ese orden, para suprimir ese orden, la pregunta “reforma o revolución”, tal como la plantea Bernstein es, para la socialdemocracia, el “ser o no ser”. En la controversia con Bernstein y sus correligionarios, todo el partido debe comprender claramente que no se trata de tal o cual método de lucha, del empleo de tal o cual táctica, sino de la existencia misma del movimiento socialdemócrata.»

(Advertencia: como podrán notar los lectores, cuando se menciona «socialdemócrata» se está refiriendo al «Partido de la Revolución» o como se llame hoy. La traición de la Segunda Internacional llevó a la necesidad de cambiar el nombre: Comunista, Socialista, etc.)

Pero puesto que el objetivo final del socialismo es el único factor decisivo que distingue al movimiento socialdemócrata de la democracia y el radicalismo burgueses, el único factor que transforma la movilización obrera de conjunto de vano esfuerzo por reformar el orden capitalista en lucha de clases contra ese orden, para suprimir ese orden, la pregunta “reforma o revolución”, tal como la plantea Bernstein es, para la socialdemocracia, el “ser o no ser”. En la controversia con Bernstein y sus correligionarios, todo el partido debe comprender claramente que no se trata de tal o cual método de lucha, del empleo de tal o cual táctica, sino de la existencia misma del movimiento socialdemócrata.

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